Una fuerza digital viaja a la velocidad de la luz para que tú puedas ver tu serie favorita: los secretos detrás la tecnología que mueve el 66% del tráfico global de internet

Streaming

El streaming es una tecnología que domina todo en la red actual, pero ¿cómo funciona exactamente?

Radiotelescopio.

Radiotelescopio.

Getty Images

El streaming se come la mayor parte del tráfico de Internet. Con una estimación de que el 66% del tráfico global va para servicios de vídeo en vivo y bajo demanda, es evidente que existimos en un mundo donde esta clase de contenidos tienen gran importancia. De hecho, solo hace falta ver cuáles son los días más concurridos en Internet en cualquier año de la última década. Siempre coincide con algún gran evento retransmitido, demostrando así una obviedad: Internet vive y se resiente, hoy, en los servicios de streaming.

Sin embargo, ¿qué sabemos sobre los servicios de streaming? Realmente muy poco. Son prácticamente magia para nosotros. Si nos preguntarán a la mayoría, no sabríamos decir cómo funcionan. Por eso vamos a intentar explicar cómo funciona esto que, lejos de ser magia, es un hijo de la tecnología moderna. Y aunque no lo parezca, muy diferente a cómo funciona la televisión. 

Imagen del final de la segunda temporada de 'The Last of Us'.

Imagen del final de la segunda temporada de 'The Last of Us'.

HBO

Así llegan los vídeos a tu móvil

¿Cómo funciona el streaming?

Para empezar a hablar de streaming, tenemos que tener en cuenta dos cosas. La primera es que el contenido en vídeo tiene un tamaño enorme para la velocidad a la que se mueve Internet. Y el segundo es que las diferencias a las que se mueven los Internet de cada persona pueden ser notables. Por eso, para que funcione, hace falta tener en cuenta ambas realidades.

Aquí comienza la primera parte que parece magia. No importa si es una retransmisión en vivo o pregrabada, todo vídeo se divide en piezas más pequeñas. Estos pedazos pasan por comprensión y codificación, lo cual optimiza el vídeo para que pueda ser visto por toda clase de dispositivos y conexiones. Independientemente de su calidad.

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¿Qué significa eso? Que, al dividir el vídeo en fragmentos más pequeños, pueden procesar el vídeo de forma rápida, haciendo más fácil enviarlo directamente a tu dispositivo. Si tu conexión a Internet es lenta o tu dispositivo no es muy bueno, la calidad del vídeo será peor que la de alguien con un dispositivo o una conexión mejor. Y, si de repente el streaming que estás viendo empieza a perder calidad, es exactamente por la misma razón: la calidad de tu conexión a Internet está empeorando y ahora envía una versión que pueda manejar.

Si se para del todo el visionado, es porque tu reproductor está esperando nuevos pedazos que reproducir. Algo que puede ocurrir tanto por un problema de la velocidad de transmisión como por un problema en la emisión. Algo en lo que, nos tememos, ya poco puedes hacer al respecto. 

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Maisie Williams en 'Juego de Tronos'.

HBO

Una red con muchas aristas

Sobre el papel todo funciona así, pero la realidad es más compleja

Todo esto funciona así sobre el papel. Lo que ocurre es que vivimos en un mundo globalizado y, como hemos dicho, el 66% del tráfico global de Internet se lo lleva el streaming. Eso significa que existen problemas mucho más graves que la mera reproducción a la hora de conseguir tener una visión lo más fluida posible del contenido. Principalmente, porque es un problema de infraestructura.

A la hora de retransmitir el contenido hay que enviarlo desde alguna parte. No llega hasta tu ordenador o tu teléfono móvil desde el éter, incluso si eso sería ciertamente impresionante. Y para eso existen dos soluciones: enviarlo desde un centro de datos o enviarlo desde una red de entrega de contenido.

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En principio, el centro de datos es la solución perfecta. Tienes un centro de datos masivos donde tienes guardado todo tu contenido y lo envías por demanda a donde se te pida. Suena ideal, ¿verdad? Pues no lo es. Porque la geografía y la demanda masiva son un problema insalvable para los mismos.

El mayor problema para los centros de datos es la latencia geográfica. Esto significa que, cuanto más lejos está el lugar receptor del emisor, más tarda en llegar. De nuevo, no es magia. Es física. Por eso, una empresa que quiera ser global, necesitaría tener centros de datos duplicados geográficamente para asegurarse que no exista esa latencia. Algo que ni siquiera les ahorraría la posibilidad de la congestión de la red. Que significa algo tan sencillo como que demasiada gente pida contenido al centro de datos, haciendo que existan retrasos en las peticiones. Haciendo que sea un modo subóptimo de ofrecer contenido online. 

La relación con Mike se ha enturbiado precisamente por este posible conflicto latente.

Fotograma de 'Stranger Things'.

Netflix

Streaming

Un modelo híbrido para un mundo global

¿Cuál es la solución más común en el mundo del streaming actual? Enviarlo desde una red de entrega de contenido. Se trata de servidores que guardan copias locales de los contenidos de alta demanda, dejando que todo el resto de contenido se encargue el centro de datos. Se reduce así la latencia y la sobrecarga que puede sufrir por un exceso de conexiones.

Esto es, digamos, el compromiso intermedio. Es básicamente crear pequeñas bibliotecas con títulos que tienen un gran movimiento mientras se deja que la biblioteca nacional tenga todo el contenido y sea quien se encargue de ofrecerlo a quienes lo busquen. Al descongestionar las peticiones a la biblioteca nacional, esto hace más sencillo cubrir las necesidades de quienes viven más lejos de la misma y tienen peticiones no tan usuales, ofreciendo así el servicio más óptimo posible.

Así es cómo funciona el streaming. No con magia, sino con una serie de ingeniosas ideas que tienen en cuenta la realidad física de los datos y su transporte. Algo no muy diferente a lo que hacemos con los libros, las bibliotecas y los préstamos interbibliotecarios, pero a una velocidad mucho mayor. Una demostración más de cómo no puedes reinventar la rueda, pero seguro que la rueda te puede ayudar a pensar cómo inventar el coche.

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